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«Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos en situación muy pobre.
A Salvador le encanta hacer trueque con ellos por peras, manzanas, tomates, o lo que sea.
Cuando vuelven con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una canica color naranja o verde tal vez.»
Un tiempo después me mudé a Guadalajara pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos.
Esa noche sería su velorio y sabiendo que mis amigos querían ir, acepté acompañarlos.
Los ojos cafes llenos de lágrimas de la Sra. Carmelita, los siguió uno por uno, mientras cada uno tocaba con su mano cálida, la mano fría dentro del ataúd.
Cada uno se retiró de la funeraria limpiándose los ojos.
Con los ojos brillando, me tomó de la mano y me condujo al ataúd.
Debajo de ellos había tres canicas rojas exquisitamente brillantes.
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30/06/2019
Lo que se hace
por amor
está más allá
del bién y del mal.!
Nietzsche
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